De la construcción social y legal de la infancia. Hegemonia

No podemos eludir la transversalidad del paradigma sobre la infancia y las representaciones sociales construidas por los “adultos”: los encargados de la palabra, de resolver los conflictos, designar y asignar lugares (curriculum, tratamiento, capacidades, discapacidades y penas).

El lugar del adulto y las fronteras entre éste y el niño, como lo plantean Dolto, Aries, y De Mause, nos sitúan para pensar los paradigmas de las infancias y adolescencias.

La historicidad habla de un primer no-lugar, de tratamiento posterior a la esclavitud y la figura del “esclavo”. El sentido de cosa del esclavo lo hacia existir, dándole existencia material con valor en si como elemento de transacción. Era tenido en cuenta e identificado, asignado, tomado por el derecho. Vale decir, se le otorgaba un lugar.

El niño era entendido en algunos casos como un apéndice visceral, por lo que designarlo como niño sería una contradicción lógica. Era la extensión del adulto, el adulto en sí en proyección, no poseía un lugar diferencial y menos aún un nombre. Se lo nombraba como parte de un adulto, se lo vestía de adulto y no era registrado jurídicamente hasta que un Mayor no le daba existencia.
Una impronta importante era su entrada al mundo de los adultos a través de los rituales. Podemos aquí mencionar la entrada a la comunidad religiosa por medio del “bautismo”. El rito lo incorpora y se inscribe el nombre. En otro momento se dará la entrada al mundo del Estado, su incorporación al mundo de la escolarización así como al mundo del trabajo como mano de obra productiva y no asalariada.
El tratamiento de la infancia como objeto de manipulación ...

Por: Prof. Julio C Llanán Nogueira
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