“La prisión, esa región la más sombría en el aparato de justicia, es el lugar donde el poder de castigar, que ya no se atreve a actuar a rostro descubierto, organiza silenciosamente un campo de objetos donde el castigo podrá funcionar en pleno día como terapéutica, e inscribirse la sentencia entre los discursos del saber”.
A modo de introducción
Creo importante, en tanto sitúa a quien escribe, especificar que en mi experiencia profesional (y personal) no he atravesado nunca “los muros”, por lo que intentaré acercarme a la problemática a tratar con esta limitación. En lo que a mi práctica profesional refiere, me desempeño como Directora del Programa Asistencial de una Comunidad Terapéutica de Rehabilitación de Adictos, en la que asisto a pacientes que, en algunos casos, han estado detenidos.
No obstante, y es importante aclararlo, mi intervención se produce siempre fuera del contexto carcelario, por lo que el mayor acercamiento (por fuera del estrictamente teórico) que puedo tener a la vida en situación de privación de libertad es a través del discurso de mis pacientes.